miércoles, 29 de febrero de 2012

Miedo

Siempre me subo al tercer vagón, no sé muy bien por qué, quizá porque no me quedará lejos de ninguna salida.

sábado, 20 de agosto de 2011

Del Triciclo al Cohete

Iniciando en la yema
rodeado de transparencia,
anclado durante semanas,
guardando las horas.

Clavados valientes
me expulsan fuera,
sacando mis pies,
tocando la tierra.

Piedras mágicas
marcan el camino,
tropiesan las ruedas,
me mantengo tranquilo.

Pequeños fuegos
corren en círculos,
elevandome, buscando,
siguiendo un cielo azulino.




Sueños y cometas
se cruzan ante mis ojos,
chocan con planetas
quedando todos rotos.

Y en el fondo de mi bolsillo
una goma de mascar,
tomo algunas piezas
y comienzo a pegar
la ruta de mi viaje
que acaba de empezar,
el que seguiré recorriendo
hasta nunca jamás.


Sebastián J.

domingo, 31 de julio de 2011

Lovers who uncover.


Se conocieron un día cualquiera de verano, por los pasillos rojos del edificio, al día siguiente se vieron en la misma fiesta, todo pasaba rapido, el lugar era enorme, con miles de escondites. El alcohol, las drogas y el frenesi del momento los hicieron mirar las estrellas horas, alucinar, bailar, hablar intimidades hasta la madrugada, cuando todo lo que tenía que pasar sucedió. Durante la mañana se despidieron con besos y abrazos mientras el resto de los invitados de la fiesta los observavan con miradas curiosas. Días despues gracias a las redes sociales empezaron a verse seguido, el amor era lógico, tomaba sentido, pero no de las maneras convencionales, era independiente, eran fieles uno al otro, pero las relaciones serias con otros estaban permitidas.
El cumpleaños de uno sirvió para ponerle un nombre a su relación; Amantes con una historia que recién comenzaba.
Pasaron meses sin verse, pero un hola fue suficiente para encender de nuevo la llama del deseo en ellos, el amor se manifestaba en su forma más bruta, como un diamante sin pulir, pero que aún así era suficiente.
Hasta ahora han sido once encuentros durante los últimos dos años y anoche fue el último, pero no hay onceava sin doceava.


Te veo luego.

sábado, 16 de julio de 2011

Un hombre y un espejo.

Subí el último peldaño y escruté a un hombre de tez pálida, lánguido, con sus ojos fijos en mí. Temí en un principio, miré hacia atrás, para ver si era a otro al que miraba con tanta ira en sus ojos azules, pero no, nadie había. Lo comprendí entonces, sabía sus intenciones, quería asesinarme, sí, era lo que quería, lo podía ver en sus ojos, tan cristalinos que se le podía ver hasta el alma... un alma sombría, negra, plagada de temores y de malas intenciones. Abandonado en las penumbras del ambiente asumí que mi muerte era inminente, pero él no se movía, estaba petrificado igual que yo, verlo ahí se me hacía familiar, recuerdos empezaron a dar vueltas por mi cabeza, entonces una imagen llegó a mí. Era él, era él el hombre que mató a mi esposa y a mi hija, y que ahora venía por mí, venía a terminar su trabajo, pero no se movía, no hacía nada ante mi presencia, solo me miraba fijamente. Me dije a mi mismo que nadie nunca me asesinaría, nadie quedaría impune después de asesinar a toda mi familia. Saqué un arma que traía en mi bolsillo, no sabía tampoco como había llegado ahí, solo sabía que había sido usada recientemente por las marcas de la pólvora. No pensé más y le disparé, nos miramos una última vez, caímos juntos y él desapareció, solo quede yo, durmiéndome lentamente mientras los vidrios se clavaban en mi cuerpo moribundo.

J.

miércoles, 13 de julio de 2011

Bajo la misma luna.

Cuando estás lejos, cuando me haces falta... la miro y al fin dejo de sentir ese vacío, esa soledad llorando en los rincones, ya no siento esa brisa de aire helado, porque verla solitaria en el cielo, rodeada de pequeños puntos de luz invisibles me hace apreciar su soledad y darme cuenta que es la misma a la que tú miras, a la que sueñas, la que te ilumina en la oscuridad, la misma Luna, siempre. Saber que estamos bajo la misma Luna acorta las distancias y ya no te siento lejos, te siento aquí, acostado en mi pecho, por debajo de mi barba.
Cuando cierro los ojos y puedo dormir tanquilo, sé que ni los kilometros, ni las estaciones de metro, te sacarán de mis sueños.

J.


sábado, 11 de junio de 2011

Semidormido

Ya nos dieron las dos de la madrugada y seguimos aquí, acurrucados como si hicieran cuarenta grados bajo cero, pero la temperatura de nuestros cuerpos esta por los altos de la habitación, elevada. Sin embargo a medida que pasan los minutos desciende un poco con nuestras respiraciones cansadas y con la corriente que entra desde tu ventana y golpea nuestros cuerpos sudados.
Estamos a finales de otoño y por tu ventana se ven las hojas amarillas, naranjas y rojas que tiene el plátano oriental que está en la esquina. Las ropas de tu cama son pesadas, lo que me hace suponer que pasas frío por las noches, pero ¿Por qué hoy no estás tapado? ¿Es por mi parecencia? ¿Por mis brazos posados sobre tu pecho? ¿Por mi barba junto a la tuya? ¿O simplemente es porque lo acabamos de hacer unos minutos atrás? Lo que sé es que estamos destapados, sobre tu cama, semidormidos, mirando a la ventana que deja caer la luz de la calle sobre tu escritorio, ese escritorio en donde se alcanzan a ver nuestros lentes, que nos sacamos al momento de besarnos, esos mismos que nos ponemos al mismo tiempo en clase, en esa clase en donde en un principio simplemente nos miramos y supimos que en cada uno existía una soledad, una única soledad, esa que no molesta ni entristece, una soledad que se vive de a dos, porque es íntima, es nuestra, solo nuestra y está aquí, en las penumbras de tu cuarto. Escondida del mundo, pero visible solo a nuestros ojos. Nuestro secreto, el más grande de todos y al mismo tiempo el más hermoso y sincero. No te aburro más, solo te digo una cosa más; Te amo, te siento, te deseo y te veo en mi.


J.