sábado, 11 de junio de 2011

Semidormido

Ya nos dieron las dos de la madrugada y seguimos aquí, acurrucados como si hicieran cuarenta grados bajo cero, pero la temperatura de nuestros cuerpos esta por los altos de la habitación, elevada. Sin embargo a medida que pasan los minutos desciende un poco con nuestras respiraciones cansadas y con la corriente que entra desde tu ventana y golpea nuestros cuerpos sudados.
Estamos a finales de otoño y por tu ventana se ven las hojas amarillas, naranjas y rojas que tiene el plátano oriental que está en la esquina. Las ropas de tu cama son pesadas, lo que me hace suponer que pasas frío por las noches, pero ¿Por qué hoy no estás tapado? ¿Es por mi parecencia? ¿Por mis brazos posados sobre tu pecho? ¿Por mi barba junto a la tuya? ¿O simplemente es porque lo acabamos de hacer unos minutos atrás? Lo que sé es que estamos destapados, sobre tu cama, semidormidos, mirando a la ventana que deja caer la luz de la calle sobre tu escritorio, ese escritorio en donde se alcanzan a ver nuestros lentes, que nos sacamos al momento de besarnos, esos mismos que nos ponemos al mismo tiempo en clase, en esa clase en donde en un principio simplemente nos miramos y supimos que en cada uno existía una soledad, una única soledad, esa que no molesta ni entristece, una soledad que se vive de a dos, porque es íntima, es nuestra, solo nuestra y está aquí, en las penumbras de tu cuarto. Escondida del mundo, pero visible solo a nuestros ojos. Nuestro secreto, el más grande de todos y al mismo tiempo el más hermoso y sincero. No te aburro más, solo te digo una cosa más; Te amo, te siento, te deseo y te veo en mi.


J.

No hay comentarios:

Publicar un comentario